MATERNIDAD IMPERFECTA

MATERNIDAD IMPERFECTA

Tendemos a idealizar la maternidad a través de las fotografías de mujeres estupendas y felices, con sus bebés preciosos en brazos. Aunque cada vez somos más conscientes de que no siempre es un camino de rosas, y nos damos cuenta de que en ocasiones el ser madre puede superarnos. Incluso nos hemos hecho conscientes de que hay momentos complicados, duros e incluso muy pero que muy duros…

Pero todo esto se queda en una simple anécdota para esas otras familias que tienen que sufrir situaciones extremas y en la que no siempre estamos dispuestos a pensar. Vivimos nuestras vidas felizmente imperfectas creyendo que todas las realidades son similares, hasta que de pronto abrimos los ojos y las vemos.

LA REALIDAD DE MARTA

Marta dio a luz en la semana 27, una niña preciosa que sólo pesó 1200 gr. Desde entonces vive en el hospital, entre horas de canguro ( porque afortunadamente en su lugar de residencia propician este método), momentos de sacarse la leche que todavía no puede tomar su pequeña pero que dona amablemente para esos compañeros de UCI de su hija, y ratitos con su otro hijo, de dos años, que la espera en casa deseando abrazarla. Las ojeras le llegan a la punta de la nariz, y tiene ese porte de mujer cansada que no hace otra cosa que seguir adelante cada hora de su vida.

Todavía no lo sabe, pero en unos meses, cuando ya esté en su casa, con su familia al completo, y una vez que todo se estabilice, caerá en barrena, llorará todo lo que no puede llorar ahora, y necesitará del apoyo de todos, sin juzgarla, para seguir adelante y superar el duelo de esa maternidad idílica que se había imaginado y debería haberla acompañado.

LA REALIDAD DE LUCÍA

Lucía perdió a su bebé en la semana 36. Sí, has leído bien. No hay una explicación razonable para esto. Los médicos le aseguran que no es culpa suya, que son casos aislados, que no hay un motivo aparente, y que puede volver a intentarlo cuando esté preparada. Ahora imagina su mente cuando sale del hospital, cuando llega a una casa llena de ropita de bebé, con una cuna por estrenar y un montón de preparativos que esperaban la recta final del embarazo con ilusión. Intenta hacerte a la idea de cuánto le costará superar ese duelo, del daño de los comentarios del tipo «ya tendrás OTRO», de las horas que se culpará por haber comido algo que no debía durante su embarazo o estar trabajando todavía hasta la semana 36 porque se sentía bien.

Cómo explicarle que no es su culpa, y que culparse sólo tiene connotaciones negativas que no la ayudarán a reponerse…

LA REALIDAD DE OLGA

Olga es una madre experta, ya no tiene miedo a nada. Ha tenido tres hijos en los últimos 5 años, y está ilusionada porque al fin tendrá una niña. Llega el día, y como ella espera, todo va bien. Hasta que la cara de su matrona se pone turbia, y percibe esa sutileza en un gesto. Algo está pasando. No contaba con ello, pero a veces ocurre. Un embarazo en edad algo avanzada, y algún error en la cadena de detección de anomalías, ha pasado por alto un Síndrome de Down. Sorpresa y preocupación. ¿Puedes ponerte en su piel?

LA REALIDAD DE CLAUDIA

Claudia tiene una vida perfecta. Ella es preciosa, su embarazo es ideal y siempre se ha encontrado estupenda. Tiene una vida de libro, en la que le ha tocado jugar las mejores cartas en todos los sentidos. El parto es fantástico, la recuperación envidiable, su primer año con el bebé como para postear en Instagram cada segundo. Pero algo empieza a no encajar en la evolución del niño. No habla, no interactúa, y con el tiempo muestra señales de estar en el espectro autista. Nada volverá a ser como antes. Ella lo sabe…aunque, en realidad…todavía no lo sabe…

RESPETA SIN JUZGAR

Y puede parecer que hoy me he levantado con el pie izquierdo y quiero contar un montón de casos aislados para agobiaros, pero nada más lejos de la realidad. No creo que tengáis que mirar muy lejos de vosotros para ver a una Marta, una Lucía, una Olga o una Claudia. Están ahí, en los mismos lugares, en el mismo tiempo, tratando de llevar su vida lo mejor posible. Y sólo hay una delgada línea que separa tu vida de la suya.

Sólo me gustaría que cuando te las encuentres en un parque, en una tienda, o en cualquier lugar, tengas en cuenta que tal vez tengan derecho a estar enfadadas en cierto momento, a llorar unos minutos reparadores, a descuidar algún aspecto en la crianza de estos o sus otros hijos, e incluso de pasar ratos en que lo mandarían todo al carajo. Así que NO LAS JUZGUES. No sabes lo que cada madre, cada familia y cada casa tiene que pasar en su lucha diaria. Puedes tan sólo acariciar esa realidad con tu imaginación. Respeta y disfruta de todo lo bueno que tu vida sí tiene…

Porque la maternidad imperfecta, no siempre es voluntaria

Entre mis alas
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