cada pocos días recibo una llamada de una mujer interesándose por lo que hago, por saber si mi actividad puede encajar en su vida y puede mejorarla de alguna forma. Son llamadas de todo tipo, ya que al otro lado del teléfono hay mujeres muy distintas entre sí, con necesidades diferentes, con cuerpos y mentes particulares y únicas, pero con muchos aspectos en común.
Algunas quieren empezar a hacer ejercicio físico para mantener un buen estado de salud, mejorar su tono muscular, y verse mejor cuando consultan al espejo. Otras han tenido un bebé y están intentando encontrar un hueco para ellas en ese nuevo universo que lo acapara todo. Muchas han oído hablar de los beneficios de los hipopresivos y quieren probarlos, a ver si de una vez por todas pueden abandonar esa tripita incipiente. Puede que sean gestantes y estén pensando en prevención de suelo pélvico, o en ver de qué manera pueden prepararse para tener un buen parto. Pero todas ellas buscan un objetivo que tiene que ver con el bienestar en todas sus formas. Los objetivos no cambian demasiado por mucho que los perfiles sí lo hagan.
ÍNDICE
NO DEBES RESIGNARTE
De todas ellas, hay un tipo de mujer que me preocupa especialmente, y es aquella que llama tras años de resignación. Porque por alguna extraña razón, cree que tener debilidad en suelo pélvico, dolor durante sus relaciones íntimas (dispaurenia) o incontinencia urinaria, entra dentro del DNI femenino. Una nace mujer, por tanto tendrá la regla, parirá con dolor como todas y cada una de nosotras, sufrirá episiotomías que le darán la lata de por vida, y se pondrá compresas para las «gotitas» hasta que se haga mayor y tal vez la operen para intentar sostener lo ya insostenible…
¿Por qué cuando alguna mujer nos cuenta lo que le ha dolido su parto, en lugar de pensar en cuánto me dolerá el mío, no pienso en cómo podría prepararme para que no me ocurra? ¿Por qué si sé que la incontinencia urinaria es una patología generalizada no intento prevenirla en lugar de esperar a que ese momento llegue lo más tarde posible? ¿Debo resignarme y sufrir todo esto porque soy mujer, porque he sido madre, o porque las estrellas tienen ese destino para mi?
NO… NO, Y MIL VECES NO…!!!
Esto no es así y no tiene por qué serlo. Es necesario, más que nunca, crear conciencia y consciencia en relación al cuerpo femenino, a cómo tratarlo, a cómo sentirlo, a cómo cuidarlo, y a evitar la resignación que llevamos impresa en el ADN junto con los cromosomas.
PUEDO TRATAR MI INCONTINENCIA URINARIA
Para empezar, y después de nacer, es importante que conozcamos la anatomía femenina de forma específica, sabiendo que somos diferentes, y huyendo de practicar una serie de rutinas de ejercicio físico que se adapta al cuerpo masculino, pero que no responde a las necesidades de nosotras las mujeres, y que a menudo lo perjudica. Nuestro suelo pélvico no está cerrado, como en los hombres, sino que ofrece una opción de salida vertiginosa para órganos y vísceras que debemos mantener a raya toda la vida. En momentos cruciales como son el embarazo y el parto, podemos encontrarnos dificultades añadidas derivadas de cambios hormonales que provocan disminución del tono muscular en esta zona, peso elevado sobrecargando la zona, cambio del centro de gravedad de nuestro cuerpo, y múltiples factores que actúan de forma negativa. Pero aún cuando no somos madres, las mujeres adoptamos prácticas de mayor riesgo para nuestra anatomía. Realizar ejercicios de alto impacto, el entrenamiento de fuerza sin control del CORE o cargar pesos excesivos no lo beneficia. Incluso actividades como el canto o el tocar un instrumento de viento, o la propia genética, ofrecen más posibilidades de padecer alguna patología de suelo pélvico en el futuro.
PREVENCIÓN
En la PREVENCIÓN está la clave. Lo ideal sería ser conscientes, y tomar la decisión de dedicar un tiempo para que nuestro cuerpo, irremplazable, que nos acompañará siempre, tenga una mejor calidad de vida. Del mismo modo que tratamos de comer sano para mantenernos bien y no sufrir sobrepeso, colesterol o diabetes, tenemos la obligación con nosotras mismas de hacer un mantenimiento físico que nos ofrezca bienestar. Y puedo hacerlo de muchas formas. Para empezar, teniendo orgasmos frecuentes (no olvidéis que para lograrlo no necesito a nadie). Esto nos ofrece bienestar pero que también ayudan a tonificar la musculatura de suelo pélvico para que pueda ejercer su labor de sostén. También debemos adaptar el ejercicio físico para evitar el exceso de impactos innecesario. Y por supuesto estar muy atentas a los cambios que nos va ofreciendo la vida.
Durante el embarazo, los ejercicio específicos a través de un trabajo con tronco de eutonía (método 5p), flexibilidad, ejercicio aeróbico y postural, y ejercitando el CORE de forma segura y personalizada. En el posparto, respetando los tiempos, comenzando por un trabajo más suave, de conciencia corporal y control postural, para ir avanzando poco a poco hacia actividades de fuerza específica, hipopresivos y reactivación de la faja abdominal, que luego nos lleven hacia un ejercicio físico saludable y continuo que venga para quedarse.
Pero en cualquier caso, cuando recibo esas llamadas de las que os hablaba en un principio, esas que te cuentan que hace 12 años que sufren pequeñas pérdidas de orina, o incluso de incontinencias fecales (los gases también existen), y que no se han planteado nada hasta que han leído uno de tus post, debemos saber que ni siquiera en estas situaciones estamos en condiciones de rendirnos. Porque siempre hay algo que puedo hacer para mejorar, y si busco un buen especialista mis molestias y mis incomodidades pueden mejorar y hasta desaparecer. Que no tengo que conformarme con lo que viene, sino que elijo mi propio destino. Gracias por llamar, por buscar un hueco para ti misma, por confiar y por delegar una parte tan íntima de tu esencia.
No te conformes…acepta el reto!!!
ABRE TUS ALAS……………………..